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El horror que experimentó Lucía al oir estas palabras ya más claras, contuvo su llanto, y le infundió ánimo para hablar. Quitando, pues, del rostro lloroso las manos, dijo á Lorenzo con tono dolorido, pero resuelto:

—Luego ya no te importa que yo sea tu esposa? Yo ofrecí mi mano á un jóven timorato; pero á un hombre que fuese capaz... Aunque nada tuviera que temer de la justicia, aunque fuera hijo del rey...

—Pues bien,-gritó Lorenzo con rostro inmutado;-tú no serás mia, pero ni tampoco suya. Yo quedaré sin tí; pero él irá á los profundos infiernos...

—iAh, no! ;Por la Virgen María, no digas eso! No pongas esos ojos; no quiero verte de esa manera.

Diciendo esto Lucía, lloraba y suplicaba con las manos juntas, miéntras Inés por su parte procuraba tambien sosegar á Lorenzo. Este quedó inmóvil, pensativo, y casi conmovido un momento al ver aquella cara suplicante de Lucia; pero fijando de repente los ojos en ella, se retiró un paso, levantó el brazo, y cerrando el puño con rabia, exclamó:

—Así lo quiere; morirá pues; sí, morirá.

Y yo qué es lo que te he hecho para que me mates?- dijo Lucía echándose á sus piés.

—Tú!-respondió Lorenzo con voz airada,-tú! ¡En yerdad que es mucho tu cariño! ¿Qué pruebas me has dado de quererme? ¿No te he pedido, suplicado, y más que suplicado? Y he podido conseguir?...

—Sí, sí,-contesió apresuradamente Lucía;--iré mañana contigo á ver al señor Cura: ahora mismo si quieres; pero sosiégate; iré.

—Me lo prometes?-dijo Lorenzo con voz más blanda y | rostro ménos alterado.

—Si, lo prometo.

—Mira que lo has prometido.

—Ah! igracias á Dios!-exclamó Inés, contenta por más de un motivo.

El autor del manuscrito de donde hemos sacado esta historia no se atreve á decir si Lorenzo, en medio de su arrebatamiento, habia conocido la utilidad que podia producir el temor de Lucía, y si de consiguiente procuró aumentarle con arte para sacar mejor partido. Nosotros creemos que tampoco el mismo Lorenzo podria decidirlo.

En lo que no hay duda es en que este jóven estaba furioso contra D. Rodrigo, y al mismo tiempo deseaba con ánsia el consentimiento de Lucía, y cuando dos pasiones violentas