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en efecto, que encierra su país : el de Hércules , el de Apolo , el de Minerva, el de Diana, el de Marte, el de Júpiler , y el de Latona, por fin , situado en la ciudad de Butona, al que dan la primacia , y honran con preferencia á los demas .

LXXXIV. Reparten en tantos ramos la medicina, que cada enfermedad tiene su médico aparte , y nunca basta uno solo para diversas dolencias. Hierve en médicos el Egipto : médicos hay para los ojos, médicos para la cabe za , para las muelas, para el vientre ;médicos , en fin , para los achaques ocultos.

LXXXV. Por lo que hace al luto y sepultura , es costum bre que al morir algun sujeto de importancia las mujeres de la familia se emplasten de lodo el rostro y la cabeza . Asi desfiguradas y desceñidas, y con los pechos descubiertos, dejando en casa al difunto , van girando por la ciudad con gran llanto y golpes de pecho, acompañándolas en comitiva toda la parentela . Los hombres de la misma familia , quitán dose el cingulo , forman tambien su coro planiendo y llo rando al difunto . Concluidos los clamores, llevan el cadáver al taller del embalsamador .

LXXXVI. Allí tienen oficiales especialmente destinados á ejercer el arte de embalsamar , los cuales, apenas es lle vado a su casa algun cadáver, presentan desde luego á los conductores unas figuras de madera, modelos de su arte, las cuales con sus colores remedan al vivo un cadáver em .

balsamado . La más primorosa de estas figuras , dicen ellos mismos , es la de un sujeto cuyo nombre no meatrevo ni juzgo licito publicar. Enseñan despues otra figura infe rior en mérico y menos costosa , y por fin otra tercera más barata y ordinaria, preguntando de qué modo y conforme á qué modelo desean se les adobe el muerto ; y despues de entrar en ajuste y cerrado el contrato , se retiran los con ductores. Entónces, quedando á solas los artesanos en su oficina , ejecutan en esta forma el adobo de primera clase . Empiezan metiendo por las narices del difunto unos hier