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EMILIO SALGARI
de un hombre y erizadas de espinas muy agudas por fuera, pero que encierran una pulpa blanca delicada y de sabor exquisito, superior al de la piña y el mango; pero que tiene un olorcillo a madera quemada que desagrada mucho a los no acostumbrados a él.
A las cuatro, como no vieran nada sospechoso en las orillas del río, y queriendo interponer buen trecho entre ellos y los piratas, que de seguro los seguirían, continuaron remontando el río, que conservaba la misma anchura que hasta allí.
Su carrera no duró mucho, pues a las seis, hora en que comenzaba a oscurecer en el bosque y a bajar rápidamente la marea, encalló la chalupa en un banco de arena que había casi en medio del río.
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