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Página:Los pescadores de Trepang.djvu/267

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LOS PESCADORES DE TRÉPANG

una de las aves, amontonando con gran cuidado las hermosas plumas.

—¿Y qué hará con ellas?—preguntó Cornelio—. ¿Adornarse quizá la cabellera?

—No, señor Cornelio. Imitará con esas plumas dos aves del paraíso, que venderá luego a los chinos, a los malayos o a nuestros compatriotas.

—¿Que imitará dos aves?

—Esa es la palabra, señor Cornelio—contestó Horn, riéndose.

—No te comprendo.

—Me explicaré mejor. Las aves del paraíso son muy solicitadas, lo mismo por los chinos, que las quieren para adornar sus estancias, que por los europeos, que las venden a los grandes museos o a los negociantes en plumas de lujo.

Los chinos, y sobre todo los malayos, vienen a adquirirlas a Nueva Guinea o a las islas Arrú, pues no se crían en otros sitios, y las pagan muy bien. Tentados por la codicia, los papúes persiguen encarnizadamente a esas aves.

Para no destrozarlas o echar a perder su plumaje con las flechas, las cazan con cerbatana, lanzándoles cañitas sutilísimas que llevan una bolita de creta en la punta. También les lanzan, por medio del arco, unas flechitas formadas de nervios de hojas.

Otra manera que emplean para cazarlas consiste en

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