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Página:Los poemas éroticos de Ovidio - Tomo I - Biblioteca Clásica CCXXXIX.pdf/312

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El remedio del amor

saludables y nocivas, y a menudo la ortiga crece junto a la rosa. La lanza de Aquiles sanó la herida que ella misma infirió al hijo de Hércules. Cuanto advierto a los mancebos, creed que lo digo también a las muchachas; doy armas a las dos partes contrarias.

Si entre mis preceptos se desliza alguno que no convenga a vuestro modo de ser, a lo menos os servirá de provechoso ejemplo. El fin que me propongo es de suma utilidad: extinguir las llamas crueles y libertar los corazones que gimen en vergonzosa esclavitud. Filis hubiese vivido a ser yo su maestro, y si descendió nueve veces a orillas del mar, hubiera vuelto otras tantas, o más todavía; Dido, a punto de morir, no habría visto desde la alto de su palacio cómo la flota de los troyanos daba las velas al viento, ni la desesperación hubiese armado contra el fruto de sus entrañas a la madre cruel que se vengó de su esposo en la sangre de los comunes hijos. Gracias a mi arte, Tereo, tan apasionado por Filomena, no habría por su crimen merecido convertirse en ave. Sea mi alumna Pasifae, y dejará de amar al toro; séalo Fedra, y ahogará su pasión incestuosa. Entrégame a Paris, y Menelao será dueño de Helena, y Pérgamo no caerá vencida por la hueste de los Dánaos. Si la infame Escila alcanzase a leer mis libros, joh Nisol, no despojará tu cabeza de los cabellos de púrpura que la ornaban. Mortales, oid mis advertencias; siendo yo el piloto, la barca llegará incólume al puerto. Debisteis leer a Nasón cuando comenzasteis a amar, y al mismo Nasón debéis leer ahora. Como defensor público, quiero libertar al que gime en la esclavitud; cada cual