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Página:Los poemas éroticos de Ovidio - Tomo I - Biblioteca Clásica CCXXXIX.pdf/314

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El remedio del amor

heridas fáciles de cicatrizar al principio, que llegaron a ser incurables por la dilación y el abandono. Nos gusta coger las flores de Venus y decimos de continuo: «Mañana aún será tiempo.» En el ínterin y a la callada el incendio nos quema la sangre y el árbol maléfico echa hondas raíces. Si pasa el momento de aplicar el remedio, y el amor ya antiguo señorea tu débil corazón, el caso ofrecerá enormes dificultades: con todo, no desahuciaré al enfermo porque me llame demasiado tarde.

El héroe hijo de Peán debió cortarse con enérgica mano la parte herida de su cuerpo; no obstante, se dice que sanó años después y con su valor puso término a la guerra de Troya. Yo que ha poco te aconsejaba atacar presto la enfermedad naciente, ahora más reposado te brindo remedios tardíos. Intenta, si puedes, extinguir el incendio al producirse las llamas o así que, cansado, disminuya su propia violencia. Cuando veas un hombre que enloquece de furor, deja pasar su arrebato, difícil de contenerse en el primer impetu de la cólera. Es un temerario el que, pudiendo descender en línea oblicua, se empeña en nadar contra la bravía corriente. El ánimo impetuoso y rebelde a los preceptos del arte rechaza y mira con odio a su mejor consejero: sólo será fácil curarle cuando se deje tocar las heridas y se disponga a oír las voces de la razón.

¿Quién que no esté demente impedirá a la madre llorar en los funerales de su hijo? No son propias tales circunstancias para inculcarle resignación. Después que vierta abundantes lágrimas y alivie el corazón