Miran la masa gris en torno
del brazo blanco que del horno
es auxiliar.
El panadero el buen pan cuece,
la sonrisa en su boca mece
algún cantar.
Apretaditos, ni uno alienta
junto al ventano que calienta
como un regazo.
Cuando al hacer una ensaimada
saca el pan áureo de la homada
el fuerte brazo,
Cuando al cobijo del ahumado
techo, el cuscurro perfumado
canta muy bajo
Y a ellos les llega la vaharada
está su alma deslumbrada
bajo el andrajo.
Sienten que aquello da la vida
bajo la escarcha a su aterida
faz de angelotes;
sus hociquitos como rosas
entre las rejas dicen cosas
a los barrotes.
Y tanto rezan sus plegarias
al entrever las luminarias
del cielo abierto,
que desgarran sus pantalones
y hace que tiemblen sus faldones
el aire yerto.
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Los poetas malditos
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