Página:Los poetas malditos.djvu/67

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Paul Verlaine

te acogido por la crítica fué ese puro poeta, que permanecerá mientras haya una lengua francesa para atestiguar su gigantesco esfuerzo! ¡Cómo se encarnizó la burla en su «deliberada extravagancia», según la manera de expresarse asaz indolente de un inaestro fatigado, que quizá le hubiera defendido mejor en la época en que era el león, de tan buena dentadura como revuelta melena, del movimiento romántico! En las hojas festivas, «en el seno» de las Revistas graves, en todas partes, o casi en todas, vino a ser moda, tomándolo a chacota, el querer reintegrar al idioma al escritor cabal, al sentimiento de lo bello al firme artista. De los más influyentes no faltaron majaderos que trataran de loco a aquel hombre. Un síntoma más acabó de honrarle: algunos escritores dignos de este nombre, hicieron la concesión de mezclarse a la incompetente publicidad. Se vió «permanecer estúpidos» a gentes de espíritu y de gusto altivos, maestros de la audacia justa y del gran sentido común—¡ay!—al señor Barbey d'Aurevilly. Irritado por la Im-pa-si-bi-li-dad meramente teórica de las Parnasianos (era necesaria una consigna ante lo Desgalichado por combatir), aquel novelista maravilloso, polemista único, genial ensayista, el primero, sin duda, de nuestros prosistas reconocidos, publicó contra el Parnaso, en el Enano amarillo, una serie de artículos, en

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