del hada de mis sueños de niño muy mimado,
cuando dejaban caer sus manos mal cerradas
nieve de blancos ramos de estrellas perfumadas.
y también la menos venerable que adorable
En la ventana está ocultando
desdorados sándalos viejos
de su viola resplandeciente
—flauta o laúd en otro tiempo—,
la pálida Santa que extiende
el libro viejo que prodiga
el Magnificat deslumbrante
según las completas y vísperas.
Roza el vitral de ese ostensorio
el harpa alada de algún Angel
creada en el vuelo vespertino
para el primor de su falange.
Y deja el sándalo y el libro,
y acariciante pasa el dedo
sobre el plumaje instrumental
la tañedora del silencio.
Estos poemas, absolutamente inéditos, nos llevan hasta la llamada era de publicidad de Mallarmé. Muy escasas composiciones, por desdicha, aparecieron en el primero y segundo de