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Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/101

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Entonces, viendo el bárbaro Antonio, o oyendo por mejor decir, hablar su lengua, dijo:

—Pues el cielo nos ha traído a parte que suene en mis oídos la dulce lengua de mi nación, casi tengo ya por cierto el fin de mis desgracias. Vamos, señores, al hospedaje, y, en reposando algún tanto, daremos orden en volver a nuestro camino, con más seguridad que la que hasta aquí hemos traído.

En esto, un grumete, que estaba en lo alto de una gavia, dijo a voces, en lengua inglesa:

—Un navío se descubre que, con tendidas velas, y mar y viento en popa, viene la vuelta de este abrigo.

Alborotáronse todos, y, en el mismo lugar donde estaban, sin moverse un paso, se pusieron a esperar el bajel que tan cerca se descubría, y cuando estuvo junto, vieron que las hinchadas velas las atravesaban unas cruces rojas, y conocieron que, en una bandera que traía en el peñolo de la mayor gavia, venían pintadas las armas de Inglaterra. Disparó, en llegando, dos piezas de gruesa artillería, y luego hasta obra de veinte arcabuces; de la tierra les fué hecha señal de paz y de alegres voces, porque no tenían artillería con qué responderle.