bos, que de gentes humanas se han convertido en ellos?
—Eso—respondió Mauricio—no puede ser en Inglaterra, porque, en aquella isla templada y fertilísima, no sólo no se crían lobos, pero ninguno otro animal nocivo, como si dijésemos, serpientes, víboras, sapos, arañas y escorpiones; antes es cosa llana y manifiesta que, si algún animal ponzoñoso traen de otras partes a Inglaterra, en llegando a ella, muere; y si de la tierra desta isla llevan a otra parte a alguna tierra, y cercan con ella a alguna víbora, no osa ni puede salir del cerco que la aprisiona y rodea, hasta quedar muerta. Lo que se ha de entender desto de convertirse en lobos, es que hay una enfermedad, a quien llaman los médicos manía lupina, que es de calidad que, al que la padece, le parece que se ha convertido en lobo, y aúlla como lobo, y se junta con otros heridos del mismo mal, y andan en manadas por los campos y por los montes, ladrando ya como perros, o ya aullando como lobos; despedazan los árboles, matan a quien encuentran, y comen la carne cruda de los muertos, y hoy día sé yo que hay en la isla de Sicilia, que es la mayor del mar Mediterráneo, gentes deste género, a quien los sicilianos llaman lobos menar, los cuales, antes que les dé tan pestífera enfermedad, lo sienten, y dicen a los que están junto a ellos que se aparten y huyan dellos, o que los aten o encierren, porque si no se guardan, los hacen pedazos a bocados, y los desmenuzan,