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Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/44

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ahogó en el pasaje de Periandro, pareciéndole ser más ligeros sus pies que las flechas de su arco, en dos brincos se puso junto al capitán, y alzando el brazo le envainó en el pecho un puñal que, aunque de piedra, era más fuerte y agudo que si de acero forjado fuera. Cerró el capitán en sempiterna noche los ojos, y dió con su muerte venganza a la de Bradamiro, alborotó los pechos y los corazones de los parientes de entrambos, puso las armas en las manos de todos, y en un instante, incitados de la venganza y cólera, comenzaron a enviar muertes en las flechas de unas partes a otras; acabadas las flechas, como no se acabaron las manos ni los puñales, arremetieron los unos a los otros, sin respetar el hijo al padre ni el hermano al hermano: antes, como si de muchos tiempos atrás fueran enemigos mortales por muchas injurias recebidas, con las uñas se despedazaban y con los puñales se herían, sin haber quien los pusiese en paz.

Entre estas flechas, entre estas heridas, entre estos golpes y entre estas muertes estaban juntos la antigua Cloelia, la doncella intérprete, Periandro y Auristela, todos apiñados y todos llenos de confusión y de miedo. En mitad desta furia, llevados en vuelo algunos bárbaros de los que debían de ser de la parcialidad de Bradamiro, se desviaron de la contienda y fueron a poner fuego a una selva que estaba allí cerca, como a hacienda del gobernador; comenzaron a arder los árboles, y a favorecer la ira el viento, que, aumentando las llamas y el humo, todos temieron ser ciegos y