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Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/54

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”Seis días y seis noches anduve desta manera, confiando más en la benignidad de los cielos que en la fuerza de mis brazos, los cuales, ya cansados y sin vigor alguna del continuo trabajo, abandonaron los remos, que quité de los escalamos, y los puse dentro de la barca, para servirme dellos cuando el mar lo consintiese o las fuerzas me ayudasen. Tendíme de largo a largo de espaldas en la barca, cerré los ojos, y en lo secreto de mi corazón no quedó santo en el cielo a quien no llamase en mi ayuda; y en mitad deste aprieto, y en medio desta necesidad—cosa dura de creer—, me sobrevino un sueño tan pesado, que, borrándome de los sentidos el sentimiento, me quedé dormido—tales son las fuerzas de lo que pide y ha menester nuestra naturaleza—; pero allá en el sueño me representaba la imaginación mil géneros de muertes espantosas, pero todas en el agua, y algunas dellas me parecía que me comían lobos y despedazaban fieras; de modo que, dormido y despierto, era una muerte dilatada mi vida. Deste no apacible sueño me despertó con sobresalto una furiosa ola del mar que, pasando por cima de la barca, la llenó de agua. Reconocí el peligro; volví como mejor pude el mar al mar; torné a valerme de los remos, que ninguna cosa me aprovecharon; vi que el mar se ensoberbecía, azotado y herido de un viento abrego que en aquellas partes parece que más que en otros mares muestra su poderío; vi que era simpleza oponer mi débil barca a su furia, y, con