CAPITULO VIIIDonde Rutilio cuenta de su vida.
—Mi nombre es Rutilio; mi patria, Sena, una de las más famosas ciudades de Italia; mi oficio maestro de danzar, único en él, y venturoso, si yo quisiera. Había en Sena un caballero rico, a quien el cielo dió una hija más hermosa que discreta, a la cual trató de casar su padre con un caballero florentín, y, por entregársela adornada de gracias adquiridas, ya que las del entendimiento le faltaban, quiso que yo la enseñase a danzar: que la gentileza, gallardía y disposición del cuerpo, en los bailes honestos más que en otros pasos se señalan, y a las damas principales les está muy bien saberlos, para las ocasiones forzosas que les pueden suceder. Entré a enseñarle los movimientos del cuerpo; pero movíala los del alma; pues, como no discreta, como he dicho, rindió la suya a la mía, y la suerte, que de corriente larga traía encaminadas mis desgracias, hizo que, para que los dos nos gozásemos, yo la sacase de en casa de su padre y la llevase a Roma. Pero como el amor no da baratos sus gustos, y los delitos llevan a las espaldas el castigo, pues siempre se teme, en el camino nos prendieron a los dos, por la diligencia