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sus desventuras ver o oír que hay quien se duela dellas.
—A lo menos por mí—respondió Ricla de dentro de la barca—, y a pesar del sueño, tengo lágrimas que ofrecer a la compasión de vuestra corta suerte, del largo tiempo de vuestras fatigas.
Casi lo mismo dijo Auristela, y así todos rodearon la barca, y con atento oído estuvieron escuchando lo que el que parecía bárbaro decía, el cual comenzó su historia desta manera: