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Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/78

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mano no podrá ofenderte.” Y, diciendo esto, comenzó a abrazarme no muy honestamente; apartéla de mí con los brazos, y, como mejor pude, divisé que la que me abrazaba era una figura de lobo, cuya visión me heló el alma, me turbó los sentidos y dió con mi mucho ánimo al través; pero como suele acontecer que, en los grandes peligros, la poca esperanza de vencerlos saca del ánimo desesperadas fuerzas, las pocas mías me pusieron en la mano un cuchillo que acaso en el seno traía, y con furia y rabia se le hinqué por el pecho a la que pensé ser loba, la cual, cayendo en el suelo, perdió aquella fea figura, y hallé muerta y corriendo sangre a la desventurada encantadora.

”Considerad, señores, cuál quedaría yo, en tierra no conocida y sin persona que me guiase. Estuve esperandp el día muchas horas; pero nunca acababa de llegar, ni por los horizontes se descubría señal de que el sol viniese. Apartéme de aquel cadáver, porque me causaba horror y espanto el tenerlo cerca de mí. Volvía muy a menudo los ojos al cielo, contemplaba el movimiento de las estrellas, y parecíame, según el curso que habían hecho, que ya había de ser de día. Estando en esta confusión, oí que venía hablando, por junto de donde estaba, alguna gente, y así fué verdad; y, saliéndoles al encuentro, les pregunté en mi lengua toscana que me dijesen qué tierra era aquélla, y uno de ellos, asimismo en italiano, me respondió: “Esta tierra es Noruega; pero