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comer. Saltaron todos en tierra, en la cual vararon las barcas, y con gran priesa se dieron a desgajar árboles y hacer una gran barraca para defenderse aquella noche del frío; hicieron asimismo fuego, ludiendo dos secos palos el uno con el otro, artificio tan sabido como usado, y, como todos trabajaban, en un punto se vió levantada la pobre máquina, donde se recogieron todos, supliendo con mucho fuego la incomodidad del sitio, pareciéndoles aquella choza dilatado alcázar. Satisficieron la hambre, y acomodáronse a dormir luego, si el deseo que Periandro tenía de saber el suceso del músico no lo estorbara, porque le rogó, si era posible, les hiciese sabidores de sus desgracias, pues no podían ser venturas las que en aquellas partes le habían traído. Era cortés el cantor, y así, sin hacerse de rogar, dijo: