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el condenado mamarracho que así alborotó la cabeza de la niña? Por los cuernos de todos los venados, iba á equivocarse y decir los diputados, que él juraba romperle la santísima cresta.
Le habló á la hermana:
—Concha, voy cinco minutos á la sesión; no te muevas de al lado de Chilang, vuelvo volando.
La tía Concha, que desde el primer momento de la nerviosa crisis, más que la dulce enferma nerviosa y delirante invocó á San Apapusio, á San Caralampio, á San Homobono y la beata Margarita de Alacoque etc. etc. asintió enfurruñada, sin dejar de mascar rezos.
Ya en el jardín, Albay se encontró á Katig.
—Buenas tardes.