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Página:Los ultimos romanticos.djvu/49

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despacio, absorbido acaso por sus propios pensamientos; llegaba, autómata de todo lo que le rodeaba, soñando en ella. Consultó su relój, sentado en el poyo de un banco que encontró vacío, léjos de las gentes. Las cinco y treinta. Todavía media hora de espera.

Encendió un cigarrillo para tirarlo presto. Qué amargo el tabaco al paladar, que, en sueños, ya gustaba la savia dulcísima de los labios, dulcemente rosados como las macupas fragantes. Soñaba.

Lentamente, sus recuerdos volaron léjos, muy léjos, á la provincia, al hogar. Se vió en Taal en la pequeña y humilde isla del Volcán, en la choza de nipa, donde él naciera, donde por él se mataban, soñando y trabajando, el padre, un viejo pescador y su madre, ayudándole.