llos y lo pasean por la ciudad diciendo lo que va á hacer. Así que llegan al lugar destinado al suicidio, empuña el reo un cuchillo y exclama: «Me mato en honor del ídolo tal.» Dicho esto, se clava un cuchillo en un brazo, despues otro en el otro brazo, despues otro en el vientre, y así en diferentes partes del cuerpo, hasta que muere; entón ces los pariente recogen el cadáver y lo queman con gran solemnidad.
Cuando un casado muere, su mujer se arroja en la hoguera donde queman el cuerpo del marido y el público celebra el hecho.
La mayor parte de los habitantes adoran el buey, porque dicen que es cosa bucna, pero no matan ni comen ninguno. Hay una casta de gentes que lo comen cuando muere de mucite natural, pero que no se atreven á matarlo: con la grasa untan las paredes de las casas. Estas gentes proceden de los que mataron á Santo Tomás Apóstol, y por eso ninguno puede entrar donde yace el cuerpo del Santo, pues si lo intentase no podría conseguir nada, merced á que la vir tnd que encierra el cuerpo del mártir se lo impediría.
El rey, los magnates y to los se sientan en tierra, porque dicen que, como son tierra y á la tierra han de volver, es necesario hon rarla.
Los habitantes llevan para sus guerra:
