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Página:Los viages de Marco Polo veneciano - bdh0000046954.pdf/58

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bres, les da un jefe: de esta manera el jefe de cien, de mil, de diez mil hombres, no tie ne que tratar más que con diez jefes.

Cuando el señor de cien mil quiere dispo ner una expedicion, ordena á un jefe de diez mil que le dé mil: el jefe de diez mil ordena al de mil que le dé ciento, y el de mil al de ciento que le dé diez.

Un ejército de 100.000 hombres se lla ma tue, una division de diez mil toman; las inferiores, millares, centenares y decenas.

En las marchas por llanuras ó montañas envían por delante, á dos jornadas de camino, doscientos exploradores y lo mismo á los flancos y á la retaguardia: de este modo no pueden ser sorprendidos. En los largos viajes no llevan impedimenta, sino sólo dos odres donde guardan la leche que beben, una olla para cocer la carne, y una pequeña tien da para resguardarse de la intemperie.

Cuando el caso lo requiere, cabalgan diez dias sin comer ni encender fuego: se sos tienen entónces sangrando sus caballos y bebiendo de esta sangre y leche coagu lada que diluyen en agua. No se avergüen zan de simular en las batallas una fuga: entónces, volviéndose sobre el caballo cor una presteza sorprendente, mientras el ene migo los persigue creyendo que huyen, ellos matan infinitos de sus contrarios, así como caballos. Cuando ven que han muerto mu-