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ANDERSEN.

 Y la rama contemplaba con una compasion particular á una planta que pululaba en los campos, fosos y aun entre las piedras.

 Nadie la arrancaba para hacer ramilletes, porque [era] muy ordinaria y tenía un nombre muy feo : « diente de leon ».

 «¡Desgraciada! dijo la rama de manzano; ¡cómo te desprecian! Sin embargo, no es culpa tuya si tienes un aspecto tan triste y un nombre tan terrible; pero entre los vegetales, como entre los hombres, es necesario que haya una distincion de clases, y tanto peor para los que son los últimos. Una diferencia es necesaria. »

 Apareció un rayo de sol que fué á acariciar á la rama de manzano y á los pobrecitos dientes de leon del campo y de los fosos; los demas rayos de sol acariciaban igualmente todas las flores sea cual fuere su belleza y lozanía.

 La bella rama no había reflexionado nunca que el amor del Criador es infinito y abraza lo mismo todo cuanto víve y se mueve en la tierra; nunca había advertido que hay cosas buenas y hermosas que permanecen ocultas y que no se debe juzgar por las apariencias. ¿Pero qué tiene de extraño que la ramita pensase asi, cuando los hombres hacen lo mismo?

 El rayo de sol, la luz pura, que sabia interpretar mejor la voluntad de Dios, dijo tí la planta: « Me