dados hallaron los manjares exquisitos. Sólo los dos gnomitos turbaban de cuando en cuando la alegria general con sus farsas groseras é indecentes, pues uno tomaba la cuchara con los dedos del pié y el otro bebia la cerveza en sus botas, como sí fueran vasos y acariciaba la nariz de su vecina con una piña. Su padre los reñía, pero ellos no le hacían caso y volvían á las andadas.
En cambio el viejo de Dovre gustaba á todo el mundo y su conversación era sumamente interesante. ¡Con qué elocuencia y poesia hablaba de las elevadas y majestuosas montañas de Noruega, de las terribles tempestades que las conmueven, de los espumosos torrentes que se precipitan de sus cumbres y corren hasta el mar con un estruendo que se asemeja á veces al del trueno y otras al sonido de un órgano poderoso! Des cribia los esfuerzos de los salmones cuando brincan al remontar los torrentes. Contó en seguida lo que sucede en las alegres fiestas que se celebran sobre el hielo transparente, del modo como bailan alli los mozos, blandiendo antorchas encendidas con cadencia y espantando los peces que se esconden en el fondo del mar.
Despues de comer, se formó un corro para ver bailar á las princesas. ¡Qué espectáculo tan lindo fué aquel! Ejecutaron rondós, pasos serios, saltaron y brincaron como cabritos. Meneaban brazos y pierna con tal