la hermana menor, deslizándose detras de su trono, le dijo al oido:
« Eso que está diciendo es porque ha leido no sé en qué parte que cuando llegue el fin del mundo los móntes de Noruega se elevarán sobre el cáos, y espera refugiarse alli para no perecer.
- ¡Oh! eso es puro egoísmo, dijo el rey gnomo; veamos lo que dice la última princesa.
- Hay aun dos, le respondió el rey de los olmos; la sexta debe comparecer ántes de la que le sigue.
Pero la sexta hacía mil zalamerías para presentarse.
Yo no sé más que decir la verdad á la gente, y por consiguiente no soy útil para nada, dijo la remilgada princesa. Así, me ocupo sólo en cortar y coser vestidos para los hombres que mi padre nos trae á veces, y les hago tambien juguetes. »
Llegó la séptima y última, es decir, la mayor. ¿Qué sabía hacer? Tenía un don muy precioso, pues podia contar cuentos noche y día, sin pararse, sobre un asunto cualquiera. « Hé aquí mis cinco dedos, dijo el viejo gnomo, cuéntame algo sobre cada uno de ellos. » La ladina princesa asió prontamente el dedo que llevaba el anillo é iba á empezar la historia de la sortija, cuando el anciano monarca la interrumpió diciéndole:
«Mira, toma el anillo, pues quíero que seas mi mujer, En el invierno nos divertirás con tus cuentos