« Ya canta el gallo, exclamó la vieja príncesa, aya de las hijas del rey, que no perdió la cabeza en aquella francachela. Cerremos pronto todos los postigos para que no penetre aquí el más mínimo rayo de la luz del sol. Supongo que no hacéis ánimo de estar enfermos durante cien años. ¿No es verdad?
Y efectivamente, cerraron herméticamente el palacio.
Las dos lagartijas que habian entrevisto una parte de la fiesta, se pusieron á conversar sobre toda aquella magnificencia. El viejo gnomo les gustó mucho, pero el gusano preferia los hijos. Hé aquí lo que es el estar privado de la vista; bien es verdad que muchos de los que tienen ojos, juzgan tan mal como el gusano.
En cuanto al cuervo, halló á todos á cuál más absurdo, y se volvió à su guarida roqueña, sin envidiar los troncos de los olmos ni á su rey.