para siempre, sintió que se lo tragaba un beso pez, que lo tomó por un barbilla.
¡Dios mio! ¡Qué oscuro era aun el estómago de aquel pez, llamado sollo y qué recinto tan estrecho era aquel! Su antigua caja era más ancha. Pero el soldadito estaba acostumbrado á permanecer inmóvil, de centinela, con el arma al brazo.
El pez nadó en todos sentidos y acabó por subir á la superficie del agua. De repente hace movimientos y contorsions convulsivas, quedando despues en una completa inmovilidad. Al cabo de algunas horas, experimentó el soldado una sensacion como la del relámpago; la luz del día volvió á aparecer con todo su brillo, y una voz exclamó: « El soldado de plomo! »
Hé aquí lo que pasó. Pescaron al sollo, le llevaron al mercado y allí le compró una cocinera, que le abrió el vientre con un cuchillo, para guisarlo, y habiendo hallado al soldadito, lo entregó á los niños. Todos acudieron á ver al soldado de plomo que habia ten ido aventuras tan singulares, hasta la de perderse en el estómago de un pez.
El pobre soldado no estaba del todo satisfecho viéndose objeto de la curiosidad general. La criada le volvió á poner encima de la mesa, y por una extraña coincide ncia, se halló otra vez en la misma habitacion de donde se cayó á la calle para dar príncipio á sus desgraciadas aventuras. Todos le recono-