cieron por su unica pierna, y él volvió á ver la caja donde estaban encerrados sus demás hermanos, así como la hermosa quinta de carton y sobre todo la linda bailarinita que como él se mantenía también intrépida sobre la punta del pié. El soldadito estaba sumamente conmovido; de buena gana llorarin, pero sus lágrimas eran de estaño y no hubieran ton movido á nadie.
Hé aquí que uno de los niños, dotado de una mala índole, tomó al soldado Y le arrojó bruscamente á la chimenea, ántes que los demás pudiesen impedirlo. Al obrar asi, dió por pretexto que quería ver si saldria también librado del luego, como salió del agua. Yo creo, sin embargo, que este mal pensamiento le fué sugerido por el horrible gnomo negro.
El soldado de plomo sintió un calor infernal; los hermosos colores de su uniforme desaparecieron, y el, entre tanto, miraba siempre á la linda bailarina para ver la impresión que hacía en ella el critico estado en que se hallaba. La sílfide no le perdia de vista, sin dejar do sonreírse graciosamente.
Sintió que empezaba á fundirse, pero sin soltar el fusil. Abrióse la puerta de repente Y un ventarron se llevó á la bailarina que, atravesando el aire como una golondrina, fué á caer á la chimenea al lado de su querido soldado de plomo, Y allí se inflamó desapareciendo para siempre.