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VIII

INTRODUCCIÓN

Extendiéronse rápidamente los conquistadores, ganando sin gran resistencia de los indígenas nuevos reinos y señoríos, que ó se entregaban por mano de sus caciques ó tras ligeros combates se sometían, conven- cidos de que era inútil fatiga y loco empeño batallar con quienes vencido habían al arrogante y esforzado Cuaiüitemotzín.

Tan pronto como alguna de aquellas independientes nacionalidades, asentadas en el gran territorio que debía formar la Nueva España, era dominada por los españoles, sus fronteras desaparecían, ella entraba á formar parte de la gran colonia que Cortés había adivinado, la geografía de México comenzaba á dibujarse, la legis- lación unificaba intereses y costumbres, y la propagación del cristianismo, predicando la fraternidad universal y la obediencia á los reyes de España, coronaba la obra, creando la uniformidad de sentimientos y de aspiracio- nes, á todo lo cual poderosa y eficazmente contribuía la generalización del idioma español l .

Coto hubo necesidad de poner á los descubrimien- tos 2 , valladar á la ocupación de nuevas tierras y restricción á las expediciones de los gobernantes, que tan fácil era ir ensanchando las fronteras españolas en aquel continente que parecía no tener límites; pero á pesar de la rápida sumisión de los habitantes, su gran número llegó á inspirar serios temores, y en cada centro de población se levantó una fortaleza con la apariencia de templo cristiano 3 , y para ni herir siquiera los patrióticos sentimientos de los vencidos, prohibióse en las capitulaciones de los pobladores el uso de la palabra conquista 4 .

Con tan extraños elementos formóse en el siglo xvi el embrión de un pueblo que cou el transcurso de los años debía ser una República independiente.

Laboriosa y difícil evolución tenía que consumar aquel informe agrupamiento de familias, de pueblos y de razas, unidos repentinamente y al azar por un cata- clismo social y político, para organizarse, cohonestando sus tendencias y sus esfuerzos, y constituir la sociedad de donde debía surgir un pueblo que ni era el conquistado ni el conquistador, pero que de ambos heredaba virtudes y vicios, glorias y tradiciones, caracteres y tempera- mentos, y en el cual, sin faltar á patrióticos deberes, ni á fraternales vínculos, ni provocar domésticas disen- siones, blasonarían unos de tener la sangre de los vencedores de San Quintín y de Lepanto, y otros de contar entre sus abuelos á los hijos de Moctezuma y de Cuauhtimoc, y llegarían á reunirse bajo una sola ban- dera, constituyendo un solo pueblo, reinos y repúblicas, que no sólo eran independientes entre sí antes de la llegada de los españoles, sino que tal rencor abrigaban y tan ruda guerra se hacían, que buscando venganza,

1 Tít. I, lib. IV de la Recopilación de Indias.

Ley VIII, tít. VII, lib. IV de la Recopilación de Indias. 3 Ley VI, tit. I, lib. IV de la Recopilación de Indias.

Ley XVIII, tit. I, lib. VI de la Recopilación de Indias.

fueron poderosos auxiliares de Hernán Cortés, consi- guiendo con el triunfo obtenido sobre sus enemigos, la pérdida de la propia autonomía y la común servidumbre de la raza.

Lento y silencioso el trabajo social , se operó incesante en los tres siglos de la dominación española á pesar de que las leyes proclamaban la división de las razas y de las castas, de que las costumbres parecían el reflejo de las leyes, y de que hasta en los libros de registro de bautismos y defunciones que en las parro- quias se llevaban, aparecía la odiosa distinción entre españoles é indios, mestizos, negros, mulatos y zamba- gos. Pero las razas se fueron confundiendo, enlazándose las familias, identificándose los intereses, convirtiéndose en patria la tierra de los desheredados, formándose el alma nacional; y lo que fué sólo una conquista durante el reinado de los monarcas de la casa de Austria, se mostró verdadera colonia bajo los soberanos de la familia de Borbón, buscando y procurando derechos semejantes á los de otros pueblos sometidos á la corona de España, casi bastándose á sí misma, y emprendiendo el camino del progreso por el esfuerzo y la inteligencia de sus hijos.

La Nueva España no fué la vieja nación conquis- tada que recobra su libertad después de trescientos años de dominación extranjera : fuente de históricos errores y de extraviadas consideraciones filosóficas ha sido considerarla así, cuando es un pueblo cuyas embrio- genia y morfología deben estudiarse en los tres siglos del gobierno español, durante los cuales con el miste- rioso trabajo de la crisálida y con heterogéneos componentes, formóse la individualidad social y política que, sintiéndose viril y robusta, proclamó su emanci- pación en 1810.

Los anales de ese desarrollo y de ese desenvolvi- miento del pueblo mexicano son los que constituyen la época histórica, que abraza desde el 13 de agosto de 1521 hasta el 27 de setiembre de 1821.

Estableciendo desfavorables paralelos entre los reinados de la casa de Austria y la de Borbón, españoles y mexicanos historiadores han juzgado duramente á los soberanos que heredaron el trono de Carlos V hasta Carlos II y presentado como muestra de buen gobierno el de los Bortones , en cuyo punto culminante colocan á Carlos m.

Eealmente, si á juzgar se fuera del gobierno de las colonias por lo que pasaba en España, razón tendrían los que tal pensaran ; pero jamás la casa de Borbón tuvo por los indios y por la administración y gobierno de Nueva España el empeño y escrupuloso cuidado que á primera vista se descubre en todas las leyes publicadas en el gobierno de los soberanos de la casa de Austria. Además, hay una consideración importantísima que presta clara luz para el estudio de esa cuestión y testimonio es irrecusable para formar el juicio del gobierno bajo esas dos dinastías.