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El narrador sopló la ceniza del cigarrillo, miró pensativamente al cielo, y concluyó:

"Sí, así sucede... Cuando más le persigue el destino, más ávidamente busca el hombre la felicidad. Pero nosotros no nos percatamos de ello, porque nuestros corazones están blindados por virtudes vetustas y lo vemos todo al través de la niebla que pone en nuestros ojos el contento de nosotros mismos, la convicción estúpida de nuestra impecabilidad..." Tras una breve pausa, agregó:

"En fin, todo esto es estúpido y cruel. Se habla de los hombres encenagados. ¿Qué son los hombres encenagados? Ante todo, son seres humanos, con los mismos huesos, la misma sangre y los mismos nervios que nosotros. Y se nos habla de los hombres encenagados todos los días, desde hace siglos. Nosotros escuchamos y..no ies demasiado imbécil! En realidad, nosotros somos también hombres encenagados, caídos muy bajo, caídos en el fondo de nuestra convicción errónea de que nuestros nervios y nuestros cerebros son superiores a los de los demás, cuando toda nuestra superioridad consiste en que somos más cucos y sabemos hacernos los buenos mejor que los demás...

Pero basta de filosofías. Todo esto es tan sabido que da vergüenza hablar de ello."

FIN