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Muy poco. Reparamos la casa... Luego casamos a María... Compramos un arado... No olvides que han pasado cinco años... ¡No es un día!

—Sí, el tiempo pasa. ¿Así es que el dinero que os mandé os duró poco? Yo no creía... Voy a ver 3i hierve ya la sopa.

Se levantó y salió. Arrodillándose ante el fuego, donde se derramaba la espuma de la cacerola, Vasily se puso a reflexionar. Lo que le había contado Jacobo no le había conmovido; pero había suscitado en él una hostilidad sorda contra su mujer y su hijo. A pesar del dinero que les había enviado durante aquellos cinco años, no habían podido arreglarse. De no estar allí Malva, ya le hubiera él dicho a Jacobo... ¡Se había marchado de la aldea sin la autorización paterna, y no era capaz de sacar la casa adelante! Aquella casa, de la que Vasily, que había llevado hasta entonces una vida tan fácil y tan agradable, no se acordaba casi nunca, se impuso a su memoria.

Le parecía un pozo sin fondo, en el que había estado durante cinco años tirando dinero, y pensaba en ella como en algo inútil, sin lo que él podía pasarse muy bien.

Suspiró, moviendo con una cuchara la sopa en la cacerola.

La hoguerita, a la luz fulgurante del Sol, era algo mísero y sin brillo. En ligeras hebras, el humo, azul y transparente, se alejaba lento hacia el mar, salía al encuentro de las salpicaduras de la olas. Vasily lo seguía con la mira-