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—¿Adónde?

—No querías ir a la ciudad?

—Ya no voy.

—Bueno; ve a ver a tu padre.

—¿Y tú?

—¿Qué ?

—¿Tú no vas?

—No.

55 ¡Entonces, yo no voy tampoco!

—¿Te vas a pasar todo el día conmigo?—preguntó ella con tono tranquilo.

—Te crees que te necesito?—respondió Jacobo ofendido.

Se levantó bruscamente y se fué.

Pero se engañaba al creer que no la necesitaba. A poco de alejarse de ella empezó a aburrirse. Después de la conversación que habían tenido, sentía una vaga malquerencia contra su padre. No la sentía ni la víspera ni aquella mañana, antes de la conversación. Y a la sazón le parecía que su padre le sujetaba, a pesar de estar lejos de allí, en el mar, en aquella estrecha cinta de tierra apenas visible. También le parecía que sujetaba a Malva. Si ella no tuviera miedo. todo sucedería muy de otra suerte entre los dos, y a la sazón no se aburriría echándola de menos, aunque hacía muy pocas horas ni siquiera pensaba en ella.