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—Al mío, no; pero sí al de Jacobo.

—Estás celoso, ¿eh?

69 — Quieres que hablemos francamente? —propuso Serechka, dando un golpecito en el hombro de Malva.

—¡Habla!—dijo ella.

Tenía la cabeza vuelta, y Serechka no veía su rostro.

—Di, ¿has dejado a Vasily?

—No sé—respondió Malva tras un corto silencio. Por qué me lo preguntas?

—Por nada..., por pasar el rato.

—Estoy enfadada con él.

—¿Por qué?

—Porque me ha pegado.

— De veras? ¿Ese palurdo? ¿Y tú se lo has permitido?

Serechka estaba asombradísimo. Miraba a Malva de reojo, chasqueando de un modo irónico la lengua.

—Si yo hubiese querido, habría sabido impedírselo—dijo eila con cólera.

—; Entonces?

—No quise.

¡Cuánto quieres a ese viejo canalla!—dijo burlonamente Serechka, envolviendo a Malva en el humo de su cigarrillo—. Mira lo que son las cosas. Yo que creía que tú no eras de esas...

—Yo no os quiero a ninguno—repuso ella, de nuevo indiferente, apartándose de la cara el hume con la mano.