Página:Manifiesto á las naciones del Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas (Lima. Imprenta de Ruiz. Año de 1820).djvu/19

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adversidad, no seria indiferente à la desolación de sus pueblos; y despachamos un diputado para que lo hiciese sabedor de nuestro estado. No podía dudarse que nos daria la acogida de un benigno príncipe, y que nuestras súplicas lo interesarian à medida de su gratitud, y de esa bondad que habian exaltado hasta los cielos los cortesanos españoles. Pero estaba reservada para los paises de América una nueva y desconocida ingratitud, superior à todos los exemplos que se hallan en las historias de los mayores tiranos.

El nos declaró amotinados en los primeros momentos de su restitución á Madrid. El no ha querido oir nuestras quexas, ni admitir nuestras súplicas; y nos ha ofrecido por última gracia un perdón. El confirmó á los vireyes, gobernadores y generales que habia encontrado en actual carnicería. Declaró crímen de estado la pretencion de formarnos una constitucion para que nos gobernase fuera de los alcances de un poder divinizado, arbitrario y tiránico, baxo el qual habiamos yacido tres siglos: medida que solo podia irritar a un principe enemigo de la justicia y de la beneficencia; y por consiguiente indigno de gobernar.

El se aplicó à levantar grandes armamentos con ayuda de sus ministros, para emplearlos contra nosotros. El ha hecho transportar à estos países exércitos numerosos para consumar las devastaciones , los incendios y los robos. El ha hecho servir los primeros cumplimientos de las potencias de Europa, à su vuelta de Francia, para comprometerlas à que nos negasen toda ayuda y socorro, y nos viesen despedazar indiferentes. El ha dado un reglamento particular de corso contra los buques de América que contiene disposiciones bárba-