Página:Manifiesto á las naciones del Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas (Lima. Imprenta de Ruiz. Año de 1820).djvu/6

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VI


del país se hallan todavía confundidas en la naturaleza, sin haber interesado nunca el zelo del gobierno; y si algún sabio observador ha intentado publicar sus ventajas, ha sido reprendido de la corte, y obligado à callar, por la decadencia que podian sufrir algunos artefactos comunes de España.

La enseñanza de las ciencias era prohibida para nosotros, y solo se nos concedieron la gramática latina, la filosofía antigua, la teología, y la jurísprudencia civil y canónica. Al Virey D. Joaquin del Pino se le llevó muy á mal, que hubiese permitido en Buenos-Ayres al Consulado costear una cátedra de náutica; y en cumplimiento de las órdenes que vinieron de la corte, se mandó cerrar la aula, y se prohibió enviar á Paris jóvenes que se formasen buenos profesores de química, para que aquí la enseñasen.

El comercio fue siempre un monopolio exclusivo entre las manos de los comerciantes de la Península y las de los consignatarios que mandaban á América. Los empleos eran para los españoles; y aunque los americanos eran llamados á ellos por las leyes, solo llegaban á conseguirlos raras veces, y á costa de saciar con inmensos caudales la codicia de la corte. Entre ciento y sesenta vireyes que han gobernado las Américas, solo se cuentan quatro americanos; y de seiscientos y dos capitanes generales, y gobernadores, á excepción de catorce, los demás han sido todos españoles. Proporcionalmente sucedía lo mismo con el resto de empleos de importancia, y apenas se encontraba alguna alternativa de americanos y españoles entre los escribientes de las oficinas.

Todo lo disponía asi la España para que prevaleciese en América la degradación de sus