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por los montes anda buscando peligrosas aventuras con intencion de darles dichosa y bien afortunada cima, solo por alcanzar gloriosa fama y duradera. Mejor parece, digo, un caballero andante socorriendo á una viuda en algun despoblado, que un cortesano caballero requebrando á una doncella en las ciudades.


El caballero andante busque los rincones del mundo, éntrese en los mas intrincados laberintos, acometa á cada paso lo imposible, resista en los páramos despoblados los ardientes rayos del sol en la mitad del verano, y en el invierno la dura inclemencia de los vientos y de los hielos: no le asombren leones ni le espanten vestiglos, ni atemoricen endriagos, que buscar estos, acometer aquellos y vencerlos á todos, son sus principales y verdaderos ejercicios. [1]

  1. Este artículo es el reverso de la medalla del antecedente; porque pintándose en aquel un caballero andante cual debia ser, se retrata en este del modo que le describian la multitud de libros caballerescos, cuyo destierro se propuso Cervantes: es decir, que el primero es el cuadro clásico, y el segundo el romántico y fuera de las reglas de la moralidad y buen juicio.

Y ¿cómo es posible que haya entendimiento humano que se dé á entender que ha habido en el mundo aquella infinidad de Amadises y aquella turbamulta de tanto famoso caballero, tanto emperador de Trapisonda, tanto Felixmarte de Hircania, tanto palafren, tanta doncella andante, tantas sierpes, tantos endriagos, tantos