gigantes, tantas inauditas aventuras, tanto género de encantamentos, tantas batallas, tantos desaforados encuentros, tanta bizarría de trages, tantas princesas enamoradas, tantos escuderos condes, tantos enanos graciosos, tanto billete, tanto requiebro, tantas mugeres valientes, y finalmente tantas y tan disparatadas cosas como los libros de caballería contienen?
El nombre, respondió la dolorida, no es como el caballo de Beleforonte, que se llamaba Pegaso, ni como el del Magno Alejandro, llamado Bucéfalo, ni como el del furioso Orlando cuyo nombre fue Brilladoro, ni menos Bayarte que fue el de Reinaldos de Montalvan, ni Frontino como el de Rugero, ni Bootes, ni Peritoa como dicen que se llamaban los del sol, ni tampoco se llama Orelia, como el caballo en que el desdichado Rodrigo, último rey de los godos, entró en la batalla donde perdió la vida y el reino. [1]
- ↑ El genio de Cervantes hizo tan famoso como el de estos caballos reales y verdaderos, el del ideal que dió á su héroe, y el nombre de Rocinante corre parejas con la nombradia de aquellos.
Donde quiera que está la virtud en eminente grado es perseguida: pocos ó ninguno de los famosos varonos que pasaron dejó de ser calumniado de la malicia. Julio Cesar, animosísimo,