de vándalos que la invade; y desde entonces, y progresivamente, ideas, habitudes, costumbres, gustos, sucumben con las personas en el destierro, en las cárceles, o en el cadalso.
Buenos Aires empieza a desaparecer.
La casa del Atila pampa, abre sus puertas a una muchedumbre de puñal al cinto, que venía a la capital a reivindicar la barbarie y el cinismo de las pulperías y del rancho, desterrados siempre de su culta y orgullosa capital, en todos tiempos y bajo todos los gobiernos.
Sentimientos, lengua, trajes, todo sufre un repentino trastorno.
La libertad sucumbe.
La justicia deja su puesto a la voluntad de un hombre.
La religión se convierte en instrumento de partido y sangre.
A la cultura comienza a suceder la licencia y la torpeza.