su niñez, todo debió sublevarse en ella contra esa vida nueva que de improviso la rodeaba. Pero al mismo tiempo era mujer joven e hija, y todo cuanto presenciaba se le traducía como necesario a la defensa de su padre y de ella propia.
Y, sutilmente fuese filtrando en su alma la tolerancia, si no el gusto, por todo cuanto al principio debió sorprenderla y repugnarla.
En la naturaleza humana todo se modifica y trastorna por el influjo del ejemplo y del hábito. Y si hay espíritu, como constituciones que les resisten, no son más que escepciones que justifiquen la regla.
Así, Manuela empezó a adquirir una segunda naturaleza por la influencia de la educación; de esa educación del ejemplo, la peor o la mejor de todas, en el orden moral, según que se encamine a lo malo o a lo bueno.