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en todo este tiempo, en que la parte más soez de la "Mazorca", cuajaba los salones de la casa de Rosas, por que eso entraba entonces en sus planes, Manuela no tuvo siquiera una persona de corazón a quien volver los ojos, no tuvo con quien hablar de otra cosa, que de cabezas cortadas, de mujeres profanadas, de cárceles, de proscripciones, de robos, de cuanto el infierno puede sujerir de torpe a los que le venden su alma.

Ya es tiempo de reposar la mente un momento, fatigada con esta serie de ejemplos repugnantes que se acaba de leer. Ya es tiempo de reflexionar sobre los resultados que tal educación habrá dado para el corazón y el espíritu de la heroina de este escrito.

Supongamos que la naturaleza hubiese dado a Manuela Rosas, cuanto es imaginable de delicado, de sensible, de mujeril, en una palabra ¿pero es natu-