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Maravillas
PRIMERA PARTE
I
—¿Estás cansada, hijita?...
Sintiendo un ligero escalofrio como si las palabras de su madre, convertidas en caricias, la hubieran rozado dulcemente la epidermis, Luisa entreabrió los ojos. El círculo estrecho de visiones amorosas, que había aprisionado sus últimos ensueños, rompíase de pronto para ofrecerla de nuevo el espectáculo de su vida real.
¿Cansada? Sin saber lo que respondía, dijo que no, por decir algo.