Incorporóse luego en el lecho, entre las sábanas tibias, con el seno desnudo, y principió á vestirse, sin prisa, respirando voluptuosamente el aire saturado por el perfume de su propia carne.
La buena señora, siempre solicita, preguntóla de nuevo si había dormido bien y si estaba cansada.
—No, mamaita; no estoy cansada.
En realidad si lo estaba. Estábalo moralmente por haber luchado consigo misma durante largos días, defendiendo unas veces sus ideas morales, y otras veces sus instintos de hembra joven. Su alma cariñosa hubiera querido no perder nunca el calor del hogar. ni los besos maternales; pero al mismo tiempo algo que era también su alma y que era más que su alma, algo que palpitaba en sus entrañas, ordenábale que buscase, entre los brazos del hombre escogido, una ventura menos tranquila y más intensa que la de la vida familiar.
Sentada en el borde del lecho, Luisa veía de nuevo los rostros contraídos de su madre y de su amante que habian luchado en el fondo de su ser, dia y noche, sin cansarse nunca, dispuestos ambos á todas las crueldades, á todas las violencias, á todos los egoismos, por conquistar el imperio exclusivo de su alma indecisa.
En más de una ocasión ella hubiera querido conciliarlos, poniendo de acuerdo su amor y su cariño, repartiéndose entre los dos, dando el cuerpo á uno y á otro el alma, reservando las mejillas para las ternuras maternales, y guardando los labios para los besos