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El cuerpo, además, no perece, cambia únicamente, se transforma; el alma, sustancia más noble, con mayor razón no debe perecer tampoco.

204. La prueba positiva se refuerza con otras con= sideraciones sacadas de la naturaleza del hombre. La inteligencia apenas toma vuelo, se lanza en pos del infinito que por todas partes atrae sus miradas. La voluntad inquieta, con poder para quererlo todo, sin que nada la tranquilice, tiende á fijarse en el bien supremo como centro y unidad final de sus determi- naciones. La sensibilidad, pronto se cansa y hastia de los placeres sensuales y mundanos, y se arroja se- dienta tras de goces que vislumbra fuera del tiempo y del espacio.

El hombre piensa, siente y quiere lo perfecto, lo infinito; esta es la aspiración constante de su vida.

El hombre, dice Cousin, puede experimentar vivos goces, pero la amargura secreta que los acompaña proviene de que su objeto es más elevado y que el término á que aspira es la perfección: de ahi ese ins- tinto de inmortalidad, esaesperanza universal de otra vida que atestiguan los cultos, la poesía y la tradición detodos los pueblos. La civilización tiende á la armo- nía, pero entre la armonia completa y el grado de armonía que el poder humano puede establecer, que- da un espacio inconmensurable.

205. Hay, por lo tanto, en elalma humana aspira-