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La Junta puso las miras en mí, para mandarme con la expedición auxiliadora, como representante y General en Jefe de ella; admití, porque no se creyese que repugnaba los riesgos, que solo quería disfrutar de la capital, y también porque entreveía una semilla de desunión entre los vocales mismos, que yo no podía atajar, y deseaba hallarme en un servicio activo, sin embargo de que mis conocimientos militares eran muy cortos, pues también me había persuadido, que el partido de la revolución sería grande, muy en ello, de que los americanos, al solo oír libertad, aspirarían á conseguirla.

El pensamiento había quedado suspenso, y yo me enfermé á principios de Septiembre; apuran las circunstancias, y convaleciente, me hacen salir, destinando dos cientos hombres de la guarnición de Buenos Aires, de los cuerpos de granaderos, arribeños y pardos, poniendo á mi disposición el regimiento que se creaba de caballería de la Patria, con el pié de de los blandengues de la frontera, y asimismo, la compañía de blandengues de Santa Fé y las milicias del Paraná, con cuatro cañones de á cuatro, y respectivas municiones.

Salí para San Nicolás de los Arroyos, en donde se hallaba el expresado cuerpo de caballería de la Patria, y solo encontré en él, sesenta hombres, de los que se decían veteranos, y el resto, hasta unos cien hombres, que se habían sacado de las compañías de milicias de aquellos partidos, eran unos verdaderos reclutas, vestidos de soldados. Eran el coronel don Nicolás Olavarría y el sargento mayor don Nicolás Machain.

Dispuse que marchase á Santa Fé, para pasar á La Bajada, para donde habían marchado las tropas