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cometieron con él, las prisiones que le pusieron, la muerte que á cada paso le ofrecían, el robo de su equipaje, por los mismos oficiales. Yo ví su sable y cinturón en don Fulgencio Yegros, hoy cónsul de aquella República, después de la acción de Tacuarí. Entre los cafres, no se ha cometido tal atentado con un parlamentario; solo puede disculparlo, la ignorancia y la barbarie en que vivian aquellos provincianos, y las ideas que les habían hecho concebir los europeos, en contra de nosotros.

Confieso que no quisiera traer á la memoria, unos hechos que degradan el nombre americano. Pero, ¿que habían de hacer esos descendientes de los bárbaros españoles conquistadores?

Todo fué estudiado, y tanto más criminosos; ofreciéndole á Warnes la mejor acogida, inmediatamente que desembarcó, fué amarrado y conducido así por las lagunas, hasta Nembocú: allí, grillos, cepos, dicterios, insultos, y cuanto mal se le pudo hacer. Basta esto, para conocer el estado moral de los paraguayos, en Diciem-