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sin tener una sola tienda de campaña, ni aún para guardar las armas.

Allí empezaron con más fuerza las aguas y nuestros sufrimientos, y nos encaminábamos al paso de Ibirricury, habiendo yo formado la idea de atravesar á la isla célebre, llamada Apipé, para de allí pasar á San Cosme, según los informes que me habian dado los baqueanos. No encontré más que una canoa, y me propuse hacer botes de cuero, para vencer la dificultad, en la estancia, de Santa María de la Candelaria, y no dije entonces, Santa María la mayor, por haber visto así el título en el altar mayor.

Desde este punto, queme pareció oportuno, dirigí mis oficios al gobernador Velázco y Cabildo, y al Obispo, invitándolos á una conciliación, para evitar la efusión desangre. Don Ignacio Warnes, mi secretario,se comidió á llevar los pliegos, por el conocimiento y atenciones que había debido á su casa, el expresado gobernador Velazco. Al mismo tiempo, dirigí oficios,incluyendo copias de los expresados pliegos, á los comandantes de las costas, pidiéndoles cesase toda hostilidad, hasta la contestación del tal Gobernador.

Me horrorizo, al contemplar la conducta engañosa que se observó con Warnes,[1] las tropelías que se

  1. Hacen dos años que estuve en el Paraguay, y de boca del señor Machain, que era mayor y general del ejército de la Patria, oí lo siguiente: Warnes fué aparentemente bien recibido por el Comandante paraguayo, que mandaba en la costa opuesta del Paraná, y mientras estuco despierto,le guardaron las debidas consideraciones. Habiéndolo invitado á descansar, y sintiéndolo dormido, le quitaron silenciosamente las armas que llevaba; cuando despertó, su porque estaba preso, y que con una barra de grillos iba á ser conducido á la capital. A pocas leguas de dicha ciudad, se recibió una orden del gobernador Velazco, para quitarle los grillos; más, luego que llegó á un cuartel, el comandante de él, por su autoridad y contra las órdenes del mismo Gobernador, se los volvió á poner. Con ellos fué remitido á Montevideo, con otros prisioneros.