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CÁRCEL DE MUJERES

—“¡No llore usted! Torres más altas se han venido abajo. Aquí hay tranquilidad. La señora de un médico hace tres meses que se lo pasa aqui, y ahí, la tiene muy tranquila !”

La muchacha que me acompañó ha vuelto a subir y me trae un jarro de leche y pan. Luego me dice:

“—Yo voy a salir ahora y si usted quiere echar una carta, démela, que me la escondo y la echo en el bu- zón”.

Y la miro moverse con alegría y seguridad.

—“¡Ché, Carmen! Ponele una vela a la virgen pa” que no me encanen. ¡La pucha, que jetta tengo! Cada quince días caigo. ¡Ando más pobre! ¡Y mi marido, esperándome! ¡A lo mejor lo encanaron también!”

Bebo la leche y miro por la ventana enrejada, al cielo arrugado de nubes. La sala es también una clase y una capilla. .

La gallega me mira, luego dice:

—“¡Venga usted! ¡Duerma algo!”

Y me han dado una cama con colchón de madera.

Y he dormido...