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El feudalismo, con sus infames derechos, como el de “prima noctis” a beneficio del señor, nos revela también la existencia de la prostituta en las ciudades y villas. La relajación de los señores, brutales y sucios, se ejer- cía con el siervo a quien consideraba una cosa unida a la gleba, (el suelo) y con la sierva, que como cosa, tam- bién era usada por el señor. En las ciudades la prosti- tución contaba con casas especiales y el famoso Abe- lardo de las disputas conceptualistas en la Universidad de París, tuvo una mocedad lucida en ese campo amo- roso. Nápoles y París, se los consideraba buenos mer- cados de provisión femenina. Correlativamente los ára- bes, habían organizado en vasta escala, la venta de es- clavas para el harém. Aún hoy existen, esas actividades comerciales: en Oriente, (Arabia, Siria, Egipto, etc.).
La prostitución tuvo cauce libre en pleno Renaci- miento y la literatura de la época está plena de la ins- piración picaresca. Los burdeles de la colonias norte y sur americanas fueron llevados en trasplante social por la expansión mercantil de las metrópolis.
En la antigua sociedad romana y anterior, la griega,
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