ANGÉLICA MENDOZA
—““¿Al fin y al cabo, qué harían los hombres sin nues- tro trabajo... ?”
. nos
Ojos verdosos con pintitas doradas, duros y gatunos; nariz aplastada brutalmente en la base, dientes asimé- tricos, palabra rea y acento bronco. Pulpa en la pier- nas, grasa en los senos. Esta es la hermana de la Lau- ra, Marta Requelme.
—“'¡ Miren, mujeres! -— se señala el seno. — Gran- des y duras y no blandas y colgando como las de la Laura. A mi me conviene el trabajo en un sitio seguro donde pueda lucir el cuerpo.
—“;¿Cuándo salgás te metés en un quilo?”
—“ Y claro!... La noche que nos agarraron yo es- taba esperando un francés que me iba a colocar. La jetta fué que llegó la Laura”.
—“4Y vos, cuánto sacás en la calle?”
—““Mirá; yo no sé trabajar por mi cuenta en la calle. Al principio se largó la Laura. Ganaba lo que quería, pero se abandonaba, ¿sabés? Yo le ayudaba en la casa mientras ella salía. Una vez vino a casa un tipo y me tocó. “¡Sos una sonsa! Vos podés ganar lo que quieras. ¿Por qué no te largás?” Y después salí. Pero la Laura me embatataba. Me gritaba a cada vuelta: “¿No vés ese viejo que te está mirando? ¡Sós una sonsa!” Y vos sabés, yo soy tímida. Y siempre es así, porque ella me gritaba mucho al principio...
—"“¿Y a la Laura, le vá bien?”
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