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CÁRCEL DE MUJERES

banco y se quedó tiesa. No le dieron colchón, ni nada. A la noche fué la cosa!...”

Voy a preguntar pero me aplasta la angustia.

—“No, no fué con élla. A eso de las once de la noche, cayeron al galpón el oficial y un auxiliar y nos acorra- laron. “Que un ratito”; “que un gustito pa la noche fría”; la cosa es que ahí no más se acomodaron. A nos- otras nos daba risa; pero yo me acordé de la muchacha comunista. Ahí estaba, cerca, sentada, dura, dándonos la espalda. Parecía que lloraba. Créame, ¡le tuve un asco al hombre, que lo empujé!...”

“Cuatro noches pasó lo mismo. Desfilaron por turno los empleados. Al principio quisieron farrear a la mu- chacha pero yo les dije: “¡Eso nó! ¡Ella no es lo mis- mo!”...

Miro a la mujer y sin quererlo siento la suave pre- sión de la simpatía. Talvez no esté todo perdido en élla.

—-““Todas las veces, la pobre las pasó despierta, oyen- do todo. Yo no sé cómo no gritó, ó se volvió loca, Una noche se la llevaron a la cocina donde mateaban los vi- gilantes. Seriecita, mirando siempre pá delante, pare- cía que no oía ni veía nada. Los canas hablaron porque- rías y le hicieron alusiones. El auxiliar que estuvo a la noche, me dijo que era “brava” y que el único remedio era mandarla al Buen Puestor por un año pa arrancar- les las ideas.”

"Yo nunca había visto a una comunista. Después me largaron y he pensao mucho en élla, A mí me daba en el corazón que élla oyera como se jaraneaban los ca-