ANGÉLICA MENDOZA
el ambiente místico - sensual de una novela moralista, a fin de llevar por la senda a la redención a estas mu- jeres que ríen y charlan!...
Dentro de mí, siento como si otra mujer se riera de toda esta estúpida e ingenua comedia burguesa. Me distraigo y me oigo reír. La religiosa me pregunta:
—-““ Está usted cansada?”...
La Luisa me sigue con la mirada desde el piso. Fes- teja las incidencias de la lectura y comenta la vida suntuosa de la Magdalena.
Después de la lectura ha dado comienzo al rezo. La Luisa se acerca y se sienta de golpe junto a mí; la mi- ro curiosa y desconfiada.
—“¡ Tengo que contarle algo!”
Aliso los pliegues de mi delantal de recluida para distraer mis manos. Pero atiendo.
—“Cuando me llevaron a la Comisaría del Doke me encontré con una compañera suya!”
—“¿Quién?” — Tengo la voz ronca y áspera.
—“No sé el nombre, pero era una muchacha gordita, de rizos largos. Estudiante. La agarraron cuando re- partía papeles en la puerta del Frigorífico La Blanca”.
—“Y, ¿dónde la llevaron?”
—*“Bueno, pero no es ésa la cosa. A mí me encanaron de perros porque yo no incitaba en ese momento sino que iba a buscar una amiga que es camarera. ¡Pero ya va 2 ver pa qué me encanaron! En la Comisaría de la isla Maciel me metieron a mí y a otra en un galpón. Allí nos acomodaron un colchón. A la tarde trajeron la muchacha comunista. Parecía asustada. Se sentó en un
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